Octubre

Miró al cielo para descubrir una gota en su cara. Desafió al viento y este le desordenó el pelo. Había salido ya de casa y estaba en camino, llegando a su destino.
En la estación no había mucha gente. Una chica cantando con sus auriculares, un par de infelices consumidos por la monotonía y luego estaba él que no sé muy bien lo que era o es. Recibe un mensaje y sonríe. "Lo siento, aún no he cogido el tranvía". Natural en ella, desde luego.
Sabe que tendrá que esperar media hora allí expuesto al tiempo, pero le da igual, no le importa porque es consciente de que cuando la cuenta atrás llegue a cero estará besando sus labios, podrá verla y reír con ella.
Pensando en todo esto pierde la noción del tiempo y de pronto su tranvía llega al andén.
"¡Qué guapa!" Lo piensa, pero no lo dice. No sabe por qué, simplemente no le salen las palabras.
Pasean por las calles peatonales mientras hablan. De vez en cuando ella le da algún beso fugaz y a él le encantan. Entran en una librería de segunda mano, nunca había estado allí antes, pero le encanta. Pero lo que más le gusta es ver esa luz curiosa en los ojos de ella mientras disfruta viendo todos aquellos antiguos montones de papel con sentimientos.
Comienza a hacer frío, pero ella quiere sentirlo en su piel. Se sientan en un banco.
-Por cierto, mira. - Le dice mostrando la parte de atrás de su vestido.
Es precioso, pero esto tampoco lo dice. El vestido deja la espalda al descubierto. Esa espalda que parece una galaxia llena de constelaciones formadas por pecas y lunares. Ahora mismo se siente astrónomo, se siente estúpido o quizás hipnotizado.
Cuántos besos reprimidos, cuántos abrazos en el aire, pero no se atreve, no.
Le encanta cuando ella se refugia entre sus brazos, en su abrigo. Como mete las manos en sus bolsillos para protegerse del gélido aire que lo inunda todo.
Horas en una cafetería de interesante conversación, al menos para él. Le encanta porque la va descubriendo a medida que sus tazas con chocolate se van vaciando. Mira a esa personita que en realidad es una gran persona y siente que es injusto porque saca en él muchas cosas que tenía guardadas. Despierta ciertas aficiones, ciertas curiosidades. Reanima su ser, su identidad.
El reloj corre en su contra, queda a penas una hora para que llegue la despedida. Juegan, se besan y el tiempo se va consumiendo hasta que finalmente llega el momento. Cree que podría acostumbrarse a sus "me encantas", le parecen sinceros.
Un último beso y se despiden.
A.

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