La sombra

Quemado. Otro día más en este mundo gris que ya ha muerto, que ya está perdido. Las voces suenan monótonas, las ganas se desvanecen, se disuelven en un mar de preguntas infinitas, de dudas y de miedos.
Jugamos a inventarnos una realidad diferente, “mejor”. Nos ponemos un velo que evita ver la realidad de este destino fatal.
Es sorprendente ver cómo todo el mundo va a lo suyo, la forma en la que todos se atropellan o simplemente se perjudican a propósito. Porque sí, cada día tengo más claro que el ser humano es un ente despiadado y cruel, porque su naturaleza no es buena o, si lo era, ahora está infectada de alguna porquería incurable.
Los gestos de cortesía ya casi no existen. Las nuevas generaciones son cada vez más de este nuevo mundo.
No sé si quiero saber, llegar a conocer el último aliento de esta historia. De hecho creo que no, que no quiero. Pero ¿qué hacer? Es inevitable. Bueno, es inevitable al menos para mí que todas esas palabras de muerte y suicidio quedaron como atadas a mi adolescencia más temprana y que ahora, quizás por ciertos hechos que han cambiado un poco mi vida, ya no tienen ningún lugar, significado o sentido.
El planeta está podrido, corrupto, mancillado. Pero no nos contentamos con jodernos a nosotros mismos, sino que sentimos la necesidad casi inalterable de hundir al resto del mundo, al resto de personas, animales y cualquier otra cosa que exista en este sistema o en otro. Egoísmo es quizás la palabra más exacta para definir lo que pienso sobre el hombre ahora mismo.

No sé, quizás me he levantado hoy con el día negro. Quizás tan solo he dejado un pequeño agujero abierto en mi velo por unos segundos antes de cerrarlo de nuevo y he visto lo que había al otro lado. Pero lo cierto es que me encuentro, me descubro pensando todo esto (entre otras cosas) y me asusto de todo lo que ello puede implicar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí