Es el juego del caos
y gana nadie por jugar mejor.
No hay reglas ni árbitro,
tan solo vacío.
Como al unísono todo se destruye
caen los muros
y el viento cesa para siempre.
A nadie parece importarle,
y todos son felices.
Trabajan, comen y follan,
no son conscientes.
Suenan las gotas contra el cristal
intentan penetrarlo con complejo de bala,
sin éxito y atacarnos
o acabar con nosotros.
Constantes como el latir de tu corazón
una y otra vez percusiones aceleradas
y yo intento descubrir un patrón,
algo inútil a la vez que inexistente.
Sustituta del café o la heroína
te atreves a amortiguarlo,
al sonoro repiqueteo, con tus gemidos.
Disfrutas, te diviertes y juegas
sabiendo que esta vez no puedes perder
pues al sexo no hay quién te venza,
aunque te rindes y te das por vencida.
Tu piel se carga de electricidad
al impactar contra mi desnudo
y la transmites con tus ojos verdes
como chispas que erizan la mía.
Te me escapas entre los dedos, intangible,
y huyes buscando cobijo,
como siempre,
entre mis sábanas.
Solo dos personas más
que huyen del caos
y liberan, así,
al mundo.
Yeray Brito (A.)