Sangre

Auxilio. Nadie le hacía caso. ¡Auxilio! Gritaba, intentaba que sus palabras llegasen a los sordos oídos de aquellos que lo rodeaban. Aumentaba el volumen de su voz e iba subiendo el tono conforme corroboraba no despertar ni un atisbo de compasión en todo aquel océano gélido de personas. Su garganta empezó a llenarse de sangre hasta que su voz quedó apagada. El rojo líquido le salía por la boca cada vez que tosía.
Cae al suelo de rodillas ¿qué pasa? ¿Por qué nadie lo ayuda?
Llora, golpea el suelo y se tira del pelo, no sabe qué hacer, pero está en peligro y nadie es capaz de dignarse a mirarlo allí tirado. La sangre comienza a manchar los adoquines blancos de la calle. Entonces, una señora se para. Al fin, alguien le presta atención.
-Chico, ten cuidado. Me has manchado mis zapatos con esa sangre que te sale por la boca. deberías de ser más considerado con los demás. ¿En tu casa no te han enseñado modales?
Y se aleja de allí profiriendo una consecución de palabras y maldiciones.
¿Qué acaba de pasar? ¿Es que a nadie le importa lo que le pueda estar sucediendo a un chico que está herido desangrándose poco a poco en la calle?
La respuesta es no. No, porque todos están pendientes de sí mismos, tanto que no son capaces de mirar a los que caminan junto a ellos. De esta forma, la señora que paró a reprimir al joven llega tarde para ver su programa televisivo favorito, un coche casi atropella a un hombre anciano porque quería acabar el reparto lo antes posible para poder así volver a su hogar y un policía se encarga de multar a un padre que deja el coche mal estacionado para recoger a su niña del colegio, mientras que en la tienda de comestibles de la esquina se está produciendo un robo.
A nadie le importa lo que te pase, solo piden que seas amable, asientas, obedezcas, sonrías y que no molestes. Eso es lo único que le preocupa a este mundo enloquecido por no sé qué brebaje de bruja malévola.
A.