Noche en un bar

Había salido como cada viernes noche. Solo con la compañía de su cazadora de cuero y su moto.
Llevaba hora y media en aquel bar sentado en la barra. La copa medio llena aún. Observador. La gente se divertía, jugaba al billar, bailaba a ritmo de rock and roll y jazz o contaba anécdotas. Le gustaba aquel ambiente, se sentía arropado.
Sam, la camarera, le invitó a una última copa de aquel licor que tanto le gustaba. "Chico, hoy te ves más solo que nunca" fue el único comentario que hizo antes de servirle la copa.
Había ido a aquel lugar cada viernes desde hacía un año y, aunque había confianza, esta se había creado a base de miradas y pocas palabras.
Acabó con el contenido de tres largos tragos, pagó, se colocó la cazadora sobre los hombros y salió del local.
Una noche agradable. Sacó un cigarrillo y lo prendió. Se sentó en un banco justo fuera del local y miró al cielo. Lo miraba todos los días y, sin embargo, nunca era el mismo. Se sentía insignificante ante todos aquellos astros colgados allá arriba.
Sam salió en ese momento del bar y se quedó mirándolo un rato. Veía en sus ojos un brillo que no había visto antes. Era la mirada de un soñador, de un ser libre, intocable, inalcanzable. Se colocó el pelo y sacó un cigarrillo.
-¡Eh alma libre! ¿Tienes fuego?
Sonrió, introdujo la mano en el bolsillo y sacó el encendedor. Acercó la llama al cigarrillo que sostenían los labios de Sam.
-¿Puedo hacerte compañía esta noche? A veces hasta las almas más solitarias necesitan un rato para recordar que no están tan solas como piensan.
Asintió y se hizo a un lado, dejando hueco en el banco para que Sam se sentase allí junto a él. Ahora que la miraba bien era hermosa. Tenía el cabello rizado y desordenado. La piel clara y los ojos azabaches. El cigarrillo estaba manchado de carmín. No se dio cuenta del examen que le estaba haciendo, pero Sam si se percató.
-¿Te gusta lo que ves? - dijo sonriendo - Te voy a ser sincera, llevo colada por ti desde el primer día que entraste por la puerta del bar. Desde ese viernes. El chico malo, un lobo solitario. - Hace una pausa y sonríe de nuevo - Soy estúpida. Desde el primer momento supe que eras de ese tipo de personas, de las que les gusta la soledad y ser libres. No sé ni por qué te estoy contando todo esto.
-Sam, ¿qué te hace pensar que soy así? Es decir, no me conoces más de lo que yo te conozco a ti. Tan solo soy un cliente que viene cada viernes a tu bar, a beber, tan solo soy un loco que viene cada noche al comenzar el fin de semana a verte.
Hay un silencio. Sam mira al frente, pero él la mira a ella.
-Sam...
-No me lo esperaba. No me esperaba esto, ha sido...chocante.
-Me gustas. Y sé que te gusto.
-Y entonces, ¿a qué estás esperando? ¿Por qué en todo este tiempo...?
-No te convengo. Hay algo en lo que no te has equivocado: soy un alma libre.
-Me da igual, no pensaba atarte. Lo entiendo y lo acepto. Tan solo te pido que me permitas arroparte unas horas. Ser inmortales juntos durante una noche.
-Entonces no sé qué hacemos perdiendo el tiempo aquí sentados. La noche tan solo acaba de comenzar y las estrellas han salido a saludarnos. Aprovechemos este momento, esta noche. ¿Qué me dices?
-Solos tú y yo. Vamos.

A.

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