Por un maldito Je t'aime

  No sabiendo cómo comenzar a escribir decido, de manera bastante acertada, dejar que simplemente el texto surja sin un previo planteamiento temático o de contenido, tan solo escribir lo que me va viniendo a la cabeza o, dicho en una lengua hermana, “à l’esprit”.
  Contaminado de ideas vagas y vacías, de palabras que jamás me atreveré a susurrar o a gritar, de medios miedos y fantasmas de sábana blanca y cadena. Como un niño que duerme con la luz de la mesilla auxiliar encendida y que, haciendo de tripas corazón, mira tímidamente bajo su cama y en el interior del armario empotrado de su habitación en busca de alguna pesadilla horrible que lo aceche y se disponga a bailar no se qué tango macabro cuando el sueño lo venza.
  Aislado de todo, inseguro y maniatado, sin poder hacer más que esperar, más que tragarme los besos y empaparlos en recuerdos, que no son pocos, para digerirlos mejor.
  Papeles quemados con sentimientos escritos, heridos en guerra, por cierto, puntualizo el cómico caso que se nos acaba de plantear, que el amor pueda crear algo como una guerra. Claro que, como ya sabemos, por humanos, el amor es un sentimiento como otro cualquiera y que, por ello mismo, puede comenzar una contienda, un conflicto belicoso contra uno mismo, con las culpas a la espalda y de frente un precipicio al que nos dirigimos con los ojos vendados.
  El libro que trata de cómo llegamos hasta aquí está en blanco y la portada, un interrogante. Los sentimientos viven afianzados, escritos en cartón pluma, que es sabido material resistente pero no perpetuo y la pluma, ya sin tinta, solo araña las arrugadas páginas.
  Desdibújame una última vez quizás con la ayuda de las lágrimas que habrás derramado y, si aún así crees que son pocas, te presto algunas de las mías. Pero desdibújame.
  Nos imagino, pobre imbécil, pendiendo de un hilo, en la cuerda floja de un circo, pues la vida es un poco como un circo, a veces, bailando sincronizados, sin dudas en las miradas, pues un paso en falso podría hacer que alguno se precipitase y acabase estrellado en el suelo, en un final fatal de película o de tragedia griega.

  Por un maldito Je t’aime inoportuno.


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