Tabú (Final)

La superficie donde se sentaban era dura y fría, casi tanto como la expresión en su rostro. A. sabía que aquello había muerto, pero no entendía por qué esperar tanto, por qué torturar con el paso del tiempo, por qué...
Se mentalizaba con el paso de los segundos, se convencía. Miles de teorías posibles y solo un culpable, él. Pero normal. Normal porque precisamente él tenía la culpa.
Evitaban buscarse con los ojos. A. deseaba ya que el verdugo soltase la cuerda de la afilada hoja de la guillotina. ¿Qué importaba?
Silencios, conversaciones nerviosas, todo simples preparativos. Y, finalmente, la obra acaba y el telón baja fulminante.
A. reacciona de manera tranquilizadora, comprende que no ha sido tampoco fácil para ella. Pero parece indolente y por dentro se quema aunque ya no queda oxígeno. Se quema, arde en llamas y se consume, se destruye y se desvanece. Desaparece.
Adiós. 
A. se queda en el frío varias horas. Mira a las vías fijamente mientras moja el suelo, moja sus zapatos.
La historia de aquel día alegre acaba con la noche. La luna nueva como testigo y sordos oídos que escuchan.
La rutina se burla. "Te dije que estás condenado, que nunca escaparías de mí". Pero mentía, porque por un tiempo consiguió evadirla.
Los recuerdos, los regalos de Navidad a medio terminar en su mesa y se siente tentado a quemarlos tal y como A. se había quemado. Pero sabe que entonces se arrepentirá.
Confuso, dolido, roto y en su cabeza traicionado, usado, ... Pero son solo adjetivos, no son más que eso.
Dicen que hay un momento en el cuál hasta el Ave Fénix debe morir. Sus cenizas se las lleva el viento y sus lágrimas dejan de curar heridas mortales. Cuando un Ave Fénix muere, se apaga una llama en el mundo.

A.


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