¿Quién me echará de menos cuando me marche?

Llega empapado de agua a su casa. Había salido a pasear bajo la lluvia, pero esa fina capa de agua se había convertido en toda una tormenta eléctrica en cuestión de minutos.
En su rostro no se distinguen las lágrimas de las dulces gotas de lluvia. Cierra la puerta y se quita las botas. Corre hacia la chimenea y allí se desnuda.
Se quita la camiseta con dificultad, pues al estar mojada se le pega a la piel y se aferra a ella. Cuando por fin su torso queda desnudo baja la cremallera de sus pantalones con una mano mientras con la otra se desabrocha el cinturón. Los vaqueros pesan debido al agua que han absorbido. Con el equilibrio de un recién nacido se deshace de los pantalones. Finalmente se quita los dos calcetines y entran en contacto sus pies descalzos con el suelo de fría madera. Coge una manta cercana y se hace un ovillo junto al fuego de la chimenea para entrar en calor.
Las lágrimas brotan solas en un llanto silencioso propio de un corazón y de un alma rotas en mil pedazos. El llanto se torna desesperado y comienza a faltarle el aire. Cae de costado contra el suelo y tiembla. Tras unos minutos en aquella incómoda posición, se pone en pie. Se seca las lágrimas con el antebrazo y sube al cuarto de baño.
Llena la bañera con agua muy caliente. Comienza a salir vapor y se empañan las ventanas y el espejo del baño. Termina por desnudarse y se mira al espejo. Ve lo que es. Todo lo que ha sufrido para llegar hasta ahí. Observa cada una de esas cicatrices que recorren su pecho, muslos, vientre, muñeca,... Recuerda cada uno de aquellos cortes como si solo hiciese unos segundos que habían estado sangrando. Abre un pequeño armario auxiliar y en él busca entre las vendas, el alcohol y demás utensilios hasta encontrar una pequeña cuchilla plateada con el borde muy afilado. La agarra con fuerza entre sus dedos y su mano comienza a sangrar. Brotan pequeñas gotas de sangre que caen al piso.
Se mete en la bañera de cálidas aguas. Respira varias veces. Una, dos, tres,... En su mente comienzan a vagar muchos recuerdos, personas, olores, lugares, sensaciones, sueños. Las lágrimas vuelven a hacerse notar. le tiembla el pulso y ejerce menos fuerza sobre el objeto cortante que encierra en su puño.
Acerca la hoja a su brazo izquierdo y entierra la punta a la vez que profiere un grito. El borde afilado le va quemando la piel y la carne a medida que la hoja avanza verticalmente hacia su muñeca y se encierra en un océano de alaridos y dolor. Repite el proceso en el otro brazo y observa como con cada centímetro que avanza la cuchilla se escapan todas esas cosas, buenas y malas, que guardaba dentro. Continua gritando y cuando acaba la faena sumerge los brazos en el agua caliente de la bañera, que rápidamente se torna color rojo. El calor dilata sus vasos sanguíneos y alivia el dolor.
Unos minutos después pierde el conocimiento. La casa queda sumida en un silencio sepulcral. Se respira una paz ahogada y fría. Entonces suena un fuerte relámpago y la luz ciega por completo la imagen del baño donde yace su cuerpo inerte.
A.